viernes, 5 de diciembre de 2008

Notas sobre la semiótica teatral

Discurso teatral
La especificidad discursiva del teatro se establece en relación a que se presenta un tipo de enunciación doble: llamaremos enunciado a la información que un emisor genera o produce sin correspondencia de los actos ilocutorios, y enunciación a su presencia, es decir, el enunciado como producto o resultado aislado de su contexto generativo, y la enunciación como acto y efecto. En el texto dramatúrgico el sujeto de la enunciación se distancia de el enunciado, como en la escritura literaria, pero en la representación escénica (texto espectacular) el sujeto de la enunciación y el enunciado coinciden en el tiempo y el espacio. Esta doble cualidad, sitúa a las artes escénicas en el ámbito literario y en el ámbito de las artes visuales.
El discurso teatral no se da en forma rectilínea sino que existe un desdoblamiento de emisores, receptores, signos y mensajes, una serie de disposiciones estéticas que apuntan a la representación escénica. De un lado está la representación, donde se crea una situación enunciativa casi idéntica a la real, pues lo que liga o junta todos estos aspectos es el diálogo, pero de otro lado está situación de enunciación, que se ve en las didascalias y acotaciones escénicas, y que hace parte del texto espectacular virtual, y son todas aquellas acciones que se estipulan desde lo literario y que el público desentraña en la interpretación. La situación es comprendida por medio del mensaje; entonces es como escenificar la lengua, vivenciar el discurso a través del cuerpo.

Frente a la discusión de ficción y realidad se presentan en el teatro varias formas alternas que dependen de la tendencia que cada grupo o colectivo asume. Pero en general, el teatro parte de un referente real que llega a serlo en la situación escénica a través de la mímica; una situación se convierte en real por el hecho de emularla, y la situación es creada por el mensaje y de esta forma por sus condiciones de enunciación.
Texto virtual y espectacular

Es necesario diferenciar las diversas formas en que puede encontrarse una obra, dependiendo de su grado de realización; así por ejemplo, el texto ‘en bruto’ es el dramatúrgico, que deviene de un proceso sumamente complejo de deconstrucción y reconstrucción, lo cual es una de las constantes en este arte. Por un lado, toma tiempo el reconocimiento que el escritor debe hacer antes de su escritura, no solo del contexto social, político o particular, sino de los caracteres humanos, de las situaciones, de las vivencias, de la historia, y además ser un hábil poeta que logre poner en boca de los personajes palabras precisas, poéticas, provocativas. El dramaturgo es un pequeño dios que en su sueño locuaz recrea universos ficcionales que den cabida a las más quiméricas alucinaciones. Porque el teatro es realmente irreal, intangiblemente tácito, oníricamente verdadero.

De otro lado, está el texto espectacular que corresponde a la puesta en escena, y que cambia considerablemente cada vez que se lo actualiza. De un lado es virtual, y de otro lado es concreto. El texto espectacular virtual es la adaptación que el director hace de la obra, considerando las formas técnicas de la puesta en escena, en esencia: el espacio, su distribución (planos y recorridos) y su manejo (entradas, salidas, objetos en el escenario), el tiempo de la historia, la trama, las subtramas, la caracterización y evolución de los personajes, las luces y el vestuario, entre otras. Corresponde a la deconstrucción que debe hacer el director del entramado que el dramaturgo ha construido al planear y escribir la obra. Gracias a la visión del director la obra se unifica bajo su criterio estético y artístico. Parte de esta virtualidad es también el subtexto del actor, la reconstrucción imaginada de la vida y experiencias del personaje desde el momento anterior a la representación, así como su apropiación del espacio, de la trama, del discurso, etc. El texto espectacular como tal, sin ese elemento de virtualidad es la puesta en escena total, la reunión de todos los elementos técnicos e ideológicos.
En el discurso teatral se comprende por locutor a la voz que emite los pensamientos de los personajes, y alocutor a quien los recibe, asume y transforma. De un lado está el escritor dramaturgo, locutor de su momento histórico, enunciador de realidades, constructor de fantasías, y el director de la obra, alocutor receptivo, interpretante que a su vez se convierte en locutor al dirigir a sus actores, y ellos en alocutores transformadores, que materializan el discurso en la interpretación, siendo a su vez locutores respecto de los personajes, quienes son los sujetos enunciadores que construyen la historia.

Si bien el teatro es un arte que explora a fondo la subjetividad de sus participantes, en la representación de una obra de autor es la voz del creador la que trasluce por boca del personaje, a quien el actor se entrega en un acto que tiene mucho de ritual pues implica la preparación del espacio y el cuerpo, la sublimación en la vivencia y la catarsis en la representación, ser lo que nunca podría ser siendo sí mismo cada vez. Los personajes representan un discurso con sus propias condiciones de enunciación, de acuerdo a sus características, aunque la situación siempre está dada por el contexto general de la obra (movimiento al que se liga, teatro impresionista, absurdo, pobre, pánico, primitivista, etc) y el género al que pertenece (sátira, drama, tragicomedia, comedia, etc).
La triada que conforma los componentes de la enunciación escénica son la situación, la acción y los personajes, y esto se manifiesta más claramente cuanto mas pequeñas sean las unidades, secuencias, escenas, actos, cuadros y la obra en su totalidad. Cada una determina a las demás y son las bases de construcción de la historias en el teatro, tanto en lo dramatúrgico como en la improvisación.
Fuente: Fernando de Toro

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